Hace más de un año llegó a nuestro país un virus tan mortal como contagioso que cambió por completo la vida de todos. Al ser un virus desconocido sin cura ni tratamiento, la muerte se convirtió en un destino probable para aquellos que se contagiaran y se encontraran en población de riesgo.
Como principal y única medida de verdad precautoria, se decretó en casi todos los países a donde llegó el COVID-19, cuarentena total. La única forma de evitar que las personas se contagiaran era evitando que tuvieran contacto entre sí.
Lo que al principio se creyó que solo duraría unas semanas, terminó alargándose a meses y pronto se tuvieron que tomar medidas para adaptarse a la ¨nueva normalidad¨.
Las escuelas cambiaron las clases presenciales por clases online e impartidas por televisión. Los trabajadores dejaron las oficinas y comenzaron a laborar en modalidad home office y las plazas, restaurantes, bares y centros públicos cerraron sus puertas.
Incluso aquellas tiendas que proveían de artículos de primera necesidad se vieron obligadas a trabajar en ciertos horarios, con menos personal y un aforo reducido.
Como era de esperarse, algunos meses después, la pérdida de empleos y quiebre de empresas sobre todo medianas y pequeñas fue inevitable. Lamentablemente, este número crecía a la par que las muertes ocasionadas por COVID-19.
Las personas ya no tenían que cuidarse solamente de no contagiarse, sino que también se enfrentaban al desempleo, al encierro en su casa sin posibilidad de salir debido a la cuarentena, al estrés de mantener a sus hijos al corriente en sus clases y sobre todo al miedo por la incertidumbre de la situación.
No es extraño que después de varios meses viviendo así, muchos hombres y mujeres vieran afectada seriamente su salud mental. De hecho, tras la pandemia el número de personas que acude con un profesional con maestría en terapia familiar o de pareja ha aumentado.
¿Cuáles fueron los principales problemas de salud mental derivados del COVID-19?
La depresión fue uno de los problemas más frecuentes en la población de México durante la pandemia. Las razones de este padecimiento se pudieron deber a muchos factores. Por ejemplo la pérdida de empleo, el fallecimiento de algún familiar, el encierro en casa y los problemas que de ahí se derivan, etc.
El estrés también fue un problema frecuente en las personas que pasaron situaciones graves como las anteriores y que padecieron impotencia al no saber qué hacer o no tener los recursos para afrontar la situación.
A estas dos enfermedades también se les suma la ansiedad. Y es importante mencionar que el estrés en casos más graves pueden llegar a causar verdadero daño en la salud de quienes lo padecen. Por ejemplo con un derrame cerebral que en el peor de los casos provoca la muerte.
Incluso durante los primeros meses del confinamiento, muchos profesionales con maestría en terapia familiar pusieron sus servicios a disposición de aquellos que realmente los necesitaran.
También el gobierno habilitó una línea para que cualquier persona que se sintiese agobiada por estar infectada de COVID-19 o por otras situaciones relacionadas con la pandemia, pudiera marcar y recibir atención psicológica.
Factores que dañan la salud mental en COVID-19
Una de las principales medidas que se tomó para evitar contagios de coronavirus, fue el aislamiento en casa. Sin embargo, esto no representó una buena noticia para todos y mucho menos para las mujeres.
Aquellas familias en donde ya se vivía la violencia intrafamiliar, esto no hizo más que aumentar el tormento y empeorar la salud mental de los habitantes del hogar que se vieron obligados a permanecer en casa junto a sus agresores.
De hecho, desde los primeros meses del aislamiento decretado por el gobierno en nuestro país, las llamadas a líneas telefónicas para denunciar violencia intrafamiliar (en su mayoría violencia por parte de hombres) aumentaron considerablemente.
¿Qué aprendimos de salud mental en tiempos post-covid?
Tras pasar un año lleno de altibajos y más malos momentos que buenos, se hizo notable por primera vez la importancia de la salud mental y emocional en las personas.
Erróneamente, acudir con un profesional con maestría en terapia familiar, terapia de pareja o cualquier otra, es una práctica estigmatizada por la sociedad como algo que solamente hacen las personas ¨locas¨ que necesitan ayuda profesional.
No podrían estar más equivocados, la salud mental es un aspecto que tiene que cuidarse constantemente. Es una práctica tan común como ir a una consulta general con el doctor o al dentista.
Otro de los sectores fuertemente afectados y mayormente invisibilizado por todos es el de los infantes menores de 15 años. ¿Porqué? Los niños tienen una fuerte carga de energía que normalmente liberan en la escuela con sus amigos o en las salidas a parques.
De igual manera, estos lugares eran centro para fortalecer otros aspectos, por ejemplo para aprender a socializar con otros niños y niñas de su edad, para mantenerse en contacto con sus amigos y lamentablemente en muchos casos, para mantenerse alejados de sus problemas familiares.
Ahora por la pandemia, estos niños se han visto obligados a permanecer en casa a vivir un encierro que inhibe sus actividades y no les permite liberar su energía, algo que a su vez también puede provocarles estrés.
De ahí la importancia de que los padres y madres de familia mantengan un ambiente saludable en el hogar, sin violencia y en caso de no ser así, acudir con un profesional con maestría en terapia familiar o si hace falta, denunciar al agresor.
Por eso se dice que la pandemia hizo público lo privado, porque puso el foco de atención en personas vulnerables que padecían violencia intrafamiliar, violencia de pareja y desatención.
Un ejemplo claro de esta violencia…
Un ejemplo de todo lo que hemos comentado hasta ahora, es el caso reciente de la profesora de la Prepa 5 de la UAEMex, quien sufrió una agresión por parte de su cónyuge mientras daba clases de inglés en línea.
El video donde se escucha claramente la agresión física a la que es sometida fue rápidamente difundido en redes y se volvió viral al poco tiempo. Cabe mencionar que la profesora no solo sufrió violencia física, sino también psicológica y emocional.
El audio del video es sumamente explícito y lo que realmente salió a relucir es la violencia en la que vivía esta profesora y que lamentablemente no se habría dado a conocer si no hubiera sido por las clases en línea pues muchas víctimas se ven imposibilitadas de salir de ese círculo de violencia por culpa, vergüenza o manipulación de parte de su agresor.
Colectivas feministas solicitaron no compartir el video en redes sociales para proteger a la docente, así como su proceso de denuncia.
Más tarde, el agresor fue identificado por estas mismas colectivas feministas como Octavio Alonso, militante del Partido Acción Nacional (PAN). Afortunadamente poco tiempo después de darse a conocer esta información, el partido blanquiazul dio a conocer su expulsión.
Hasta ahora sabemos que la profesora ya presentó su denuncia contra su agresor y fue acompañada por un abogado de la universidad en la que labora y por personal de la Coordinación Institucional de Equidad de Género.
Si bien existen situaciones y personas que son intratables y no hay otro camino más que la denuncia, también existen casos donde los problemas son tratables y es recomendable ir con un profesional con maestría en terapia familiar.
Sin embargo, si estás pasando por una situación de violencia de cualquier tipo y en cualquier grado, no debes esperar por buscar ayuda de colectivas o bien denunciar directamente en la fiscalía.
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